Tenía escrita una segunda parte dedicada al mate explicando sus beneficios, pero después de decirme Nalataia en el post anterior que puede ser cancerígeno, no sé si tiene demasiado sentido, jajaja
Así que voy a ir al aspecto más emocional y romántico del mate. Me ha venido a la cabeza la película Requiem for a Dream, en la que los dos se ponen hasta las cejas de cosas que les hacen daño, pero lo hacen para estar unidos y porque se quieren… Bueno, pues algo así.
En fin, que encontré este texto que explica perfectamente la razón de existir del mate, una bebida que no está rica y que por lo visto puede producir cáncer (¡menuda joya!). Pero qué narices, todos la compartimos por estas tierras para sentirnos unidos y en armonía. Total, el mundo debía acabar hoy y no lo ha hecho, así que celebrémoslo tomando mate, ché.
«El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. Una simple infusión, con sabor inconfundible que, incluso, si uno lo degusta seriamente, encuentra que no es rico. Tampoco feo: es sólo mate.
En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate provoca exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si estás con alguien y te hace pensar cuando estás solo.
Cuando llega alguien a tu casa, la primera frase es «hola» y la segunda «¿unos mates?». Esto pasa en todos los hogares, ya sean ricos o pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico y entre los adolescentes mientras estudian o se drogan*.
(*en España, la expresión drogarse tiene una connotación fuerte. En Argentina, puede usarse para hacer referencia al simple hecho de fumarse un canuto, por ejemplo)
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos. Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando te pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se sienten grandes. Sentís un orgullo enorme cuando un esquenuncito de tu sangre empieza a chupar mate. Se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón…
Cuando conocés a alguien, lo invitás a compartir unos mates.
La gente pregunta, cuando no hay confianza: «¿dulce o amargo?». El otro responde: «como tomes vos».
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba.
La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da.
La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular.
Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos.
No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez unos mates solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores…
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores:
– Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla está buena; la charla, no el mate.
– Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar; vos hablas y yo tomo y viceversa.
– Es la sinceridad para decir: «bien, basta, cambiá la yerba! «
– Es el compañerismo hecho momento.
– Es la sensibilidad del agua hirviendo.
– Es el cariño para preguntar, estúpidamente: «está caliente ¿no? «
– Es la modestia de quién ceba mejor mate.
– Es la generosidad de dar hasta el final.
– Es la hospitalidad de la invitación, ya sea la alfombra de tela o de pasto.
– Es la justicia de uno por uno.
– Es la obligación de decir gracias, al menos una vez al día.
– Es la actitud ética, franca, leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir un mate que, querido amigo, ahora sabes, no es sólo un mate…»