Sensualidad gratuita (o dejando la voluntad) – Historias de parra-ficción (3)

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El hombre que trabajaba como actor de teatro alternativo salió al escenario. Mientras se desarrollaba la función, dirigía miradas fugaces al público en busca de caras conocidas. En el local, una mezcla de bar y tienda de ropa vintage, no había más de veinte personas. Un éxito.

Sentados en las mesas de la derecha vio a su grupo de amigos, entre los que se encontraba la chica con la que follaba cuando no tenía con quien follar. A la izquierda, tres o cuatro personas no paraban de reír. La obra hablaba de la guerra, no tenía ni puta gracia. Si no fuera porque al final de la actuación pedían la voluntad al público, la habría interrumpido y los habría mandado a tomar por culo.
Tras los graciosos había tres siluetas femeninas sentadas en la barra de bar. Su compañera de piso había ido con dos amigas suyas a las que él había conocido hacía no mucho. Una de ellas era algo tímida, pero con la otra hubo química desde que los presentaron.
En cuanto la vio beber del botellín de cerveza sintió como se le encogía la bragueta.

 

Los habían dejado solos unos instantes, sentados en aquellos pufs de segunda mano, y mientras él le hacía un chiste sobre la propina que habría dejado ella por la actuación, le rozó con los nudillos la rodilla desnuda. Había estado deseando tocar su piel desde que, al finalizar la función, había ido a saludarla a la barra, donde ella le esperaba (él lo sabía) sentada en el taburete, con un vestido verde que terminaba donde empezaban sus rodillas y que dejaba las piernas cruzadas a su vista. 
Mientras intentaba mantener el hilo de la conversación, pensaba en acariciarla por debajo del vestido, y comprobar si estaba tan cachonda como lo estaba él en aquel momento.
Media hora más tarde, entre risas, ella respondió al roce de la rodilla con una caricia en la espalda de él, que derivó a su hombro y finalizó descendiendo lentamente por su brazo derecho. Ambos siguieron riendo, aunque habían olvidado de qué.
Cuando se despidieron, se abrazaron. Más con sus caderas que son sus brazos.

 

Aquella noche, el hombre que trabajaba como actor de teatro alternativo se tiró a la la chica con la que follaba cuando no tenía con quien follar. Mientras se movía, cerraba los ojos y visualizaba las piernas cruzadas que empezaban donde acababa el vestido verde; y mientras tocaba a ciegas, todavía sentía en su mano el tacto de aquella rodilla desnuda.

Acerca de pecosa

En mi familia tengo fama de borde. No te jode, como si fuera la única. Torpe, surrealista, despistada, cabezona. Eso no lo dicen ellos, lo digo yo. Tengo pecas aunque en la foto de perfil no se aprecien, pero es que la foto me quedó guapa de cojones, así que a la mierda si las pecas no se ven. Me pasé de Blogger a Wordpress en busca de emociones fuertes (me encanta vivir al límite). Me encontré con un escritorio que no entendía y que estaba mitad en inglés, mitad en español. Puse la primera plantilla que me pareció sencilla, manejable y maja y me monté una cabecera con el GIMP. El resultado es el que ves. No me pidas más.

Un comentario »

  1. Deberías plantearte el contactar con una editorial, aunque sea pequeña, e insistirles en que te publiquen estos relatos cortos; son buenos Pecosa. Vamos, a mi me gustan ^^

    Si lo haces, ya sabes, avisa cuando salga el libro a la venta, que voy a comprarlo ipso facto (el tema rúbrica de la autora ya vendrá, ya…)

    Besos! Ja ne!

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    • Nala, los escritores de oficio están condenados a beber, fumar y volverse locos en un hotel aislado por la nieve. Yo casi que prefiero hacerlo cuando me apetece (y cuando sale, porque uno no sabe lo difícil que es escribir hasta que se pone a ello). Además, no creo que me diera mucho de comer, sinceramente. De todas formas, gracias 🙂

      (Si te molan los relatos cortos visita al caballero que ha comentado después de ti, él sí que es bueno).

      (Y a mí el ja ne este que me recuerda a Bola de Dragón. Kaa… meee… jaaa… neee… haaaaa!!!)

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  2. es curioso como dos personas, en la intimidad de sus cuerpos, puedan estar tan lejos el uno del otro. unidos en las antípodas.
    un roce fugaz, la cicatriz para siempre.

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    • unidos en las antípodas, y llenos de vacío. a todos nos ha pasado.
      hay cicatrices que marcan visiblemente el cuerpo durante toda la vida. y hay vidas marcadas por cicatrices que jamás podrán verse, pero están. las buenas y las malas.

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  3. ¡Qué verde! (El vestido de la chica, digo)

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  4. Me encantan tus historias que empiezan co » el chico que…… o la chica que…..»., haría un recopilatorio de ellas y lo publicaría, en serio, quiza un dia hablemos de negocios…. Son buenas, divertidas y con ese punto de autenticidad en que uno se identifica, por cierto hablando de identificaciones, eso de la chica con la que follaba cuando no tenía con quien follar……, pensaba que era algo tan intrinsicamente masculino que no podía explicarlo con tanta sencillez una mujer. Apuesto por ti en historias eroticas, creo que serías un filón, en esta has medido bien, pero creo que si escribieras deliberada y explicitamente una historia porno erótica harías historia.

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    • La mujer que escribía historias que empezaban por ”el chico que… o la chica que..” agradeció los halagos del hombre que quizá algún día le propondría negocios, pero le dijo que no se flipara, que tampoco era para tanto.

      Eso de follar con alguien porque no se tiene a nadie más con quién hacerlo no lo hacéis sólo los hombres.
      Tú lo que quieres es que escriba guarradas, Tomi 😉 Quizá algún día, quién sabe.

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